Y de repente me desperté.
Cuando abrí los ojos me di cuenta que aún seguía en el coche
con Luna y Andreas, volviendo a casa tras despedirnos…de Alessandro. Cerré los
ojos de nuevo pensando en lo que podría haber pasado si realmente me hubiera
podido recordar aunque fuera por unos segundos al menos. Querría haberme
despedido de él como se merecía y no de aquella manera tan fría y cortante. Él
no tuvo la culpa de haber perdido la memoria, pero yo si. Y no dejaría de
culparme a mí misma por lo que le hice: por culpa de ello estaba Lydia dando
vueltas a mi alrededor, a su alrededor y jodiendo todo lo que podía prosperar a
la mejora de su memoria. Quizás era el karma, ¿quién sabe?. La cuestión era que
simplemente lo dejé ir. Lo dejé regresar a la tierra a la que pertenecía. Él
allí. Yo aquí.
Vidas distintas.
Y así me lo tomé los siguientes días que pasaron, seguía
yendo a la que era mi nueva universidad y la cual estaba rodeada de gente
totalmente nueva. Un cambio siempre venía bien y para mi suerte, el nombre de
Alessandro pasó a un segundo plano. O eso era lo que quería creer. En uno de
los encuentros de clase, conocí a una persona distinta, un chico que parecía
cuidar de mí bastante y con el que me dejaba llevar: estaba tranquila a su lado
y me hacía reír lo suficiente como para no pensar en otras cosas. Todo iba bien
¿no? Aless estaba en su casa y yo vivía en la mía. Pero entonces…¿por qué no
dejaba de pensar en él por cada minuto que pasaba? El hecho de olvidar a Aless
era una tarea que me llevaría más tiempo del que pensaba.
Quedé una de las tardes con Luna, para charlar un poco y ver
cómo le iba con Andreas, que al parecer decidió quedarse y…¡adivinad! Luna vivía
ahora con él, le pillaba mucho más cerca de la universidad que el lugar donde
vivía anteriormente. Me alegraba mucho por ella ya que había encontrado la
estabilidad que tanto añoraba. Encontrándonos en una parte del centro de la
ciudad, vi a Luna llegar con una sonrisa en su rostro. Pero aquella sonrisa
denotaba algo de tristeza. Pensé en lo peor en el tiempo que se acercaba a mí.
-Hola cariño, ¿cómo estás?.-Me preguntó mi amiga con una
sonrisa, sentándonos en un banco con toda la tranquilidad del mundo.
-Pues estoy bien, las clases están yendo mejor de lo que
pensaba la verdad, aunque hay algunas cosas que espero que se solucionen: los
organizadores de la universidad son un poco desastre ¿sabes?.-Solté una risa a
la vez que la miraba.
-Bueno, pues si te contase cómo me va a mí…es un desastre
total, más que en la tuya seguro. No tenemos ni delegado, con eso te lo digo
todo.-Sonriendo bebió de la coca cola que se compró en uno de los kioskos. Entonces
me miró ya con un rostro de preocupación.-¿Sabes algo de Alessandro…?
Mi cuerpo se descompuso al escuchar su nombre, pero respiré
hondo y la miré luego.-No, absolutamente nada, total, ya está en su casa y ha
decidido quedarse allí. Ya nada nos une.-Sonreí con pocas ganas, colocando mi
mirada en el suelo que componían a las calles del centro.
-Zoe…-Susurró Luna mientras me miraba, luego colocaría su
mano sobre mi hombro. Entonces fruncí levemente el ceño al mirarla. No entendía
a qué venían aquellas caras.-Alessandro se ha puesto en contacto con Andreas.-Amplié
mis ojos como pude al escuchar aquello, sin terminar de entenderlo de igual
manera que no entendí en su momento las caras de Luna.
-¿Cómo…?.-Me quedé sorprendida, pero las sorpresas vendrían
después.
-No sé por qué, pero me lo dijo anoche asustado, porque no
solo se puso a hablarle a él, sino que estuvo preguntando por ti. Estaba
ansioso por ponerse en contacto de nuevo contigo…-Y cuando aquellas palabras
llegaron a mis oídos, otro sonido le acompañó. Era mi móvil. Cuando abrí mi móvil,
me vi una notificación de Twitter. Mis ojos se ampliaron más al desplegar el
menú y verme qué me esperaba en aquella red social.
@AlessItaBlue
Cabina.
Mis ojos se ampliaron de nuevo, teniendo un escalofrío por
el cuerpo como la primera vez que leí un mensaje de él. ¿Qué quería decir con
aquella palabra? Y cuando no pude terminar de razonar aquello, una de las pocas
cabinas viejas que quedaban en el centro de la ciudad…empezó a sonar. Luna y yo
nos miramos rápidamente, pero sin que pudiera decirle nada más, me levanté
corriendo hacia dicho objeto, para entrar y coger el teléfono.
Un suspiro sonó a través del otro teléfono.
-Buenas tardes…principessa.
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